En un mundo que corre sin tregua, donde el tiempo se ha convertido en moneda y el alma en algoritmo, hay un hombre que decidió detenerse. No para renunciar, sino para reencontrarse. Byung-Chul Han —filósofo surcoreano, pero también jardinero del alma— encontró en la tierra algo que la velocidad del mundo moderno le había robado: el tiempo.
En Loa a la Tierra, Han no escribe desde la torre académica, sino desde un rincón de silencio donde brotan azafranes, pensamientos y preguntas esenciales. Su jardín, Bi-won, no es solo un espacio verde, es un acto de resistencia contra la tiranía del rendimiento, una metáfora viva del cuidado, la espera y la delicadeza.
Este fragmento es una invitación a salir de uno mismo, a despojarse del ego y a escuchar cómo florece la vida cuando se le da tiempo. Porque quizás, en lo más sencillo —una planta, un poco de tierra húmeda, una mañana sin prisa— está escondido todo lo que habíamos olvidado sentir.
Alejarse del ego a través del jardín e ir «aprendiendo lentamente qué significa brindar asistencia, preocuparse por otros». Enriquecerse de tiempo y regalar tiempo; son algunos de los íntimos pensamientos del filósofo coreano Byung-Chul Han en el libro «Loa a la Tierra, un viaje al jardín».
Su jardín, que lo bautizó como Bi-won y que traduce como “jardín secreto», es un reencuentro y una celebración con la tierra, así como un anhelo tal vez metafísico de no perecer.
Un libro lleno de poesía y de misterio, de belleza y por momentos de tristeza. Las mismas sensaciones que nos acompañan a diario en la vida, y que también están presentes hoy en mi jardín secreto.
«…El tiempo del jardín es un tiempo de lo distinto. El jardín tiene su propio tiempo, sobre el que yo no puedo disponer. Cada planta tiene su propio tiempo específico. En el jardín se entrecruzan muchos tiempos específicos. Los azafranes de otoño y los azafranes de primavera parecen similares, pero tienen un sentido del tiempo totalmente distinto.
Es asombroso cómo cada planta tiene una conciencia del tiempo muy marcada, quizá incluso más que el hombre, que hoy de alguna manera se ha vuelto atemporal, pobre de tiempo. El jardin posibilita una intensa experiencia temporal. Durante mi trabajo en el jardín me he enriquecido de tiempo.
El jardin para el que se trabaja devuelve mucho. Me da ser y tiempo. La espera incierta, la paciencia necesaria, el lento crecimiento, engendran un sentido especial del tiempo.»
Byung-Chul Han, «Loa a la Tierra, un viaje al jardín»
Editorial Herder.
Fuente: unaisladeideas@gmail.com