Hay verdades que se dicen con una voz tan clara, tan honesta, que no permiten el olvido. James Baldwin tenía esa voz. Su escritura no busca consolar: busca despertar. No se limita a observar el mundo; lo desarma con lucidez y pasión.
En un tiempo donde la comodidad invita a la indiferencia, Baldwin nos exige lo contrario: hacernos cargo. De la vida. De la muerte. Del fuego que llevamos dentro. Nos recuerda que el miedo a morir muchas veces nos impide vivir, que entregamos nuestra libertad a cambio de promesas vacías, banderas, dogmas… cuando la única certeza es que un día, el sol se pondrá por última vez.
Este fragmento no es una meditación cualquiera. Es una llamada urgente a vivir con coraje, a hacer que cada día cuente, a iluminar la oscuridad con nuestra breve, pero poderosa, chispa. Porque si hay algo más valiente que temer la muerte, es enfrentarse a la vida con todo el corazón encendido. Así escribía Baldwin. Así se le lee.
«La vida es trágica simplemente porque la tierra gira y el sol inexorablemente sale y se pone, y un día, para cada uno de nosotros, el sol se pondrá por última, última vez. Tal vez toda la raíz de nuestro problema, el problema humano, es que sacrificaremos toda la belleza de nuestras vidas, nos encarcelaremos en tótems, tabúes, cruces, sacrificios de sangre, campanarios, mezquitas, razas, ejércitos, banderas, naciones, para negar el hecho de la muerte, el único hecho que tenemos. Me parece que uno debería alegrarse por el hecho de la muerte, debería decidir, de hecho, ganarse la muerte enfrentando con la pasión el enigma de la vida. Uno es responsable de la vida: es el pequeño faro en esa aterradora oscuridad de la que venimos y a la que volveremos”.
Por: James Baldwin
(EL FUEGO LA PRÓXIMA VEZ)