Hace apenas una década, buscar cómics africanos era sumergirse en una escena pequeña, casi clandestina. Hoy, es asomarse a un universo en expansión. De Nigeria a Zimbabue, pasando por Sudáfrica y Kenia, artistas y editoriales han transformado el panorama, conectando narrativas ancestrales con la fuerza del futuro.
Series como Iwájú (Disney+), Kizazi Moto o Iyanu son solo la punta del iceberg. Detrás hay un ejército de creadores como Paul Louise-Julie, autor de Yohance, o los hermanos Ezeogu, que convierten mitologías africanas en relatos modernos de horror, heroísmo y esperanza. No es solo una moda: es una revolución estética, una nueva voz global moldeada desde el corazón del continente.
¿Qué hace únicos a estos cómics? Su alma. La magia no es fantasía, es historia. Los héroes no son solitarios, están profundamente enraizados en la comunidad. La estética bebe de los patrones textiles, las máscaras tradicionales, los fractales de la naturaleza, creando un estilo visual explosivo y auténtico. Y su narrativa no solo imagina futuros: reescribe el pasado, explora mundos sin colonialismo y afirma identidades que durante siglos fueron silenciadas.
Lejos de replicar a Marvel o DC, estos cómics están forjando su propia galaxia. El afrofuturismo, lejos de ser un género, se convierte en una herramienta de dignificación, de creación y de resistencia cultural. Desde convenciones como Comic Con Africa hasta plataformas internacionales, los cómics africanos ya no están emergiendo: están redefiniendo el arte de contar historias.
Porque cada trazo, cada panel, cada personaje… es una celebración vibrante del legado africano, un grito de independencia creativa y una invitación a mirar el mundo con otros ojos.
¿Te apasionan las historias que rompen moldes? Entonces es hora de sumergirte en el cómic africano, donde lo ancestral y lo futurista laten al mismo ritmo.