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sábado, septiembre 7, 2024

«Jardín de Versos» Cinco poemas de Robert Louis Stevenson

  • MI CASA

    Mi casa … Pero escuchad a las claras palomas
    que hacen de mi tejado el campo de sus amores,
    dando vueltas todo el día alrededor del gablete
    y llenando las chimeneas con su zureo.
    Nuestra casa, dicen ellas; y la mía la declara el gato
    extendiendo su dorada pelusa sobre las sillas,
    y mía, el perro, levántandose furioso
    si algún pie extraño profana la vereda.
    Así tambien, el corzo que adorna mis campos;
    y hasta el jardinero llama suyo el jardín.

    Quien ahora, derrocado, vigila la sencilla morada
    y su último reino, sólo tiene el camino.

  • ALGÚN DÍA NOS AMAMOS

    Entre la espesura de bayas y las islas de juncos, como a través de un mundo que sólo fuera cielo, oh firmamento invertido, la barca de nuestro amor se deslizaba. Brillantes como el día eran tus ojos, radiante fluía la corriente y era radiante el vasto y eterno cielo.

    Cuando murió la gloria en el dorado crepúsculo, resplandeciente ascendió la luna, y llenos de flores al hogar regresamos. Radiantes fueron tus ojos esa noche, habíamos vivido, oh amor mío, habíamos amado.

  • ¿DÓNDE VAN LOS BARCOS?

    Enigmático río,
    Doradas arenas.
    Fluye desde siempre y para siempre
    Bordeado de árboles.
    Verdes hojas flotantes,
    Castillos de espuma.
    Oh barcos míos,
    ¿Dónde fondearán?
    El río sigue su curso
    Dejando atrás el molino,
    Lejos, valle abajo
    Lejos, colina abajo.
    Río abajo,
    A cien millas o más,
    Otros chiquillos
    Recogerán mis barcos.

  • MI CUERPO ES MI CALABOZO

    Mi cuerpo, que es mi calabozo,
    es también mis parques y mis palacios:
    son tan grandiosos que allí siempre estoy,
    todo el día, de un lado a otro, despacio;
    y cuando la noche empieza a caer
    sobre en mi lecho, soñolienta,
    mientras zumba todo el edificio en su vigilia,
    como si un niño salvaje,
    al atardecer, la extraviara de su camino,
    (habiendo ella vagado, un día de verano
    por las faldas del monte, y escalado)
    todavía duerme en su montaña;
    tan alta es, tan esbelta, tan completa,
    que allí, en los eternos campos del aire,
    mi imaginación se eleva como una cometa.

  • RÉQUIEM

    Bajo el inmenso y estrellado cielo,
    cavad mi fosa y dejadme yacer.
    Alegre he vivido y alegre muero,
    pero al caer quiero haceros un ruego.

    Que pongáis sobre mi tumba este verso:
    «Aquí yace donde quiso yacer;
    de vuelta del mar está el marinero,
    de vuelta del monte está el cazador»

Las Palabras de la Imagen

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