“Estamos en guerra”, declaró el sábado 7 de octubre el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, luego del ataque que perpetró el grupo terrorista Hamás contra los asistentes a un festival de música que ocurría cerca de la zona de Gaza.
Esa es la declaración de guerra más reciente, pero la tensión, las injusticias, las violaciones a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario (DIH), y el odio entre las facciones extremistas israelíes y palestinas cumplen 75 años.
Este es un texto que rechaza el ataque terrorista que dejó 1.400 muertos y 200 secuestrados por parte de los infames hombres de Hamás y que se solidariza con la comunidad judía, buena parte de la cual ha clamado a lo largo de los años por la paz. Es también un texto que rechaza la brutal y desmedida acción ordenada por Netanyahu con la que está borrando del mapa a los habitantes de Gaza que han sobrevivido durante décadas en las más aberrantes condiciones humanas y que no se sienten representados por los terroristas palestinos.
Calificar la guerra como el más innoble gesto de los hombres, pedir que devuelvan a los secuestrados y que sea posible la ayuda humanitaria, condenar el terrorismo de los grupos radicales y la flagrante violación de un Estado del DIH se considera una tibieza por otros radicales políticos, periodistas y ciudadanos del teclado que definen el mundo solidarizándose con una parte y manipulando la información a favor de sus preferencias mientras continúa el conteo de muertos civiles e inocentes en todos los bandos. La verdad es lo primero que se pierde en medio de las guerras, suelen decir. Yo creo que lo primero que se pierde es la compasión, y porque eso ocurre nos hundimos en lo peor de la condición humana.
José Manuel Albares, ministro de Exteriores de España, opinó que “la paz en Oriente Medio solo llegará a través de la solución de dos Estados. Cuando un Estado de Israel y uno de Palestina convivan de manera pacífica y segura en una coexistencia de buena vecindad”.
“En su guerra contra Hamás, Israel tiene el deber de defender su territorio y a sus ciudadanos, pero también debe defender su humanidad. Nuestra guerra es con Hamás, no con el pueblo palestino. Los civiles palestinos merecen disfrutar de paz y prosperidad en su patria, e incluso en medio del conflicto sus derechos humanos básicos deben ser reconocidos por todas las partes”, escribió el historiador y filósofo israelí Yuval Noah Harari en la revista Time.
Las opiniones antirradicales de Albares y Harari, como las de decenas de representantes de gobiernos del mundo, escritores, académicos, corresponsales de guerra, etc., son —seguramente— “tibiezas” para quienes prefieren el ardor de las bombas y la prolongación de la guerra.
Sigue Harari: “Lo que Hamás ha hecho es un crimen contra la humanidad en el sentido más profundo del término. Un crimen contra la humanidad no se trata solo de matar humanos. Se trata de destruir nuestra confianza en la humanidad”.
Sobre las acciones militares de Israel, Omar Shakir, director de Human Rights Watch para Israel y Palestina, advirtió en una nota de Los Angeles Times: “El castigo colectivo es un crimen de guerra. Israel lo está haciendo al cortar la electricidad, el agua, los alimentos e impidiendo que la ayuda entre en la Franja de Gaza”. En el mismo artículo, el Comité Internacional de la Cruz Roja señaló que la orden de desalojo junto con el asedio “no son compatibles con el derecho internacional humanitario”.
Los ciudadanos que vemos en vivo y en directo la guerra tenemos la obligación de informarnos para entender, evitar emular a falsos mesías, romper la neutralidad ante cualquier atrocidad y llamar al terrorismo y a los criminales de guerra sin ambigüedades. No podremos parar la guerra, pero sí podremos contribuir con menos caos.
Por: Claudia Morales
* Periodista.
EL Espectador / 18 de octubre de 2023
Foto: BBC.COM