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sábado, septiembre 7, 2024

Del tejido como lenguaje

Tejedores y tejidos en los Andes del sur de Colombia, siglo XIX, Rosa Isabel Zarama Rincón, Universidad Industrial de Santander, Banco de la República, Bucaramanga, 2021, 255 pp., il., mapas, tablas


Ha circulado en la museología del sur de América la idea de que los Andes son la civilización del tejido. Si aceptamos el concepto civilizatorio desde las deconstrucciones venidas de la segunda mitad del siglo xx, el lenguaje es uno de los elementos fundamentales de toda civilización y este abarca múltiples manifestaciones más allá de las lenguas. Por ello, comprender que en los Andes del sur de Colombia los tejidos han tenido una profunda incidencia sociohistórica, en la consolidación identitaria de los pueblos dedicados tradicionalmente al arte y oficio de la tejeduría, es funda-mental para reconocer en ellos un len-guaje propio, construido alrededor de esta actividad milenaria.

Bajo esta mirada, el libro de Rosa Isabel Zarama es necesario. En el contexto actual de un nuevo auge de este tipo de piezas artesanales en la región sur del país, los colectivos dedicados a la confección de prendas que guardan la memoria del saber, el sentir y el hacer ancestrales requieren apoyarse en estudios que, como este, potencian y visibilizan su oficio.

Tres aspectos son relevantes para la historiadora. El primero, presentar la tejeduría como un proceso humano de un fuerte arraigo histórico e identitario, en el que pueden reconocerse la población tejedora, las formas artesanales de producción, las dinámicas de relación social y las formas organizativas alrededor de esta producción. El segundo, profundizar en elementos precisos del contexto local de produc-ción, tales como la vivienda, la gastronomía, los tipos de prendas elaborados, su uso cotidiano, los aparejos y trastes, en un generoso intento de proveernos de unas ideas particulares de relación con los objetos y de fabricación de esos mismos objetos necesarios para la vida, que tenían (tenemos) quienes habitaban (habitamos) el sur del país. El tercero, generar una perspectiva interrelacionada de los textiles con las dinámicas regionales e interregionales, y avizorar expectativas de este oficio para el siglo xx.

Se podría considerar que el abordaje de este estudio se hace desde una perspectiva histórica compleja, en la que se logra articular la cotidianidad de los tejedores del sur con las dinámicas sociales, económicas y políticas del mundo en el siglo xix. Este horizonte de complejidad posibilita el acceso a las claves para el sostenimiento de esta tradición: la cotidianidad, las costumbres, la oralidad, las prácticas ancestrales y la percepción del oficio como un ejercicio de resistencia identitaria que, de acuerdo con Gabriela Ramos en “Los tejidos y la sociedad colonial andina” (Colonial Latin American Review, vol. 19, n.o 1, 2010, pp. 115-149), manifiesta la forma en que los pueblos andinos pensaron el universo y organizaron sus sistemas civilizatorios.

Los diversos lenguajes son una construcción cotidiana, se renuevan, se reinventan y sobreviven a través del tiempo debido a su uso; por ello, los tejidos de los Andes en el siglo xix, a pesar del poder industrial de los textiles europeos, lograron mantenerse. Es evidente, tal como lo señala Rosa Isa-bel Zarama, que esta transformación globalizante, venida de la industrialización, generó rupturas y discontinuidades en los procesos de producción artesanal con fines comerciales. Sin embargo, la tejeduría de los Andes, al tener su anclaje en el ser colectivo, en la memoria de los pueblos, logró subsistir gracias a la transmisión del oficio, no solo con fines comerciales sino como un saber propio que daba continuidad a la construcción identitaria colectiva. Así, los tejidos fueron en el siglo xix (siguen siendo) la memoria viva de los pueblos originarios en el sur de América.

Ahora, esta centralidad en el valor cultural de los tejidos, con la que reseño el libro de Rosa Isabel Zarama, dicho en el lenguaje propio de este texto, es una especie de “guanga” donde se urden los diversos intereses de la historiadora en el texto. Pues la centralidad de la obra no recae exclusivamente en el sistema simbólico del lenguaje de los te-jidos, sino más bien en la multiplicidad de eventos, voces y documentos que consideran a las tejedoras, los tejedores y los tejidos como un acontecimiento vivo durante el siglo xix en los Andes del sur de Colombia.

El trabajo de la historiadora debe leerse, también, desde una perspectiva de género. Si bien no se explicita la propuesta de análisis histórico desde esta línea teórica, sí es visible en la obra la incidencia protagónica de las mujeres en la conservación, transmisión y transformación del oficio en el siglo xix. Las cifras recuperadas por la historiadora, recurriendo a las tablas de censo de 1867, dan cuenta de un porcentaje de tejedoras superior al de hombres dedicados a este oficio. Zarama plantea que “el arte de la tejeduría fue enseña-do a las niñas por las mujeres adultas más cercanas, particularmente por su progenitora. Las niñas aprendieron a través de la observación, la práctica, la transmisión oral y por su propio interés” (p. 57).

No obstante, la historiadora alude a una visión de género que va en la línea de la complementariedad; por ello, se puede interpretar que para sostener el oficio/arte se generaba un sistema organizativo al interior del grupo familiar. Este tenía en cuenta: edades, número de integrantes y habilidades propias de cada individuo, superando así la división sexual del trabajo desde una mirada unilateral para adherir a una visión compleja, interdependiente e interrelacionada, la cual puede ser adscrita a un sistema de identidad laboral que contiene la identidad de género.

Otro elemento clave para acercar-se a la obra de Zarama es el carácter transfronterizo de la tejeduría. Ha sido ampliamente estudiado que este oficio surgió en los Andes hace aproximada-mente 4.000 años, primero como necesidad y luego como expresión externa de poder y riqueza, trascendiendo territorios y con un impacto intercultural en los saberes de los pueblos originarios del sur de Colombia y el norte del Ecuador. En el libro Tejidos milenarios del Perú,Elba Manrique (1999) reconoce que, en la época inca, una significativa parte del inmenso poder del imperio estaba sustentada en el acceso que se podía tener a una vasta cantidad de tejidos, lo cual le otorgaba al oficio una gran relevancia social, ritual y comercial (pp. 29-74).

Estos tres elementos son esenciales para entender que el intercambio de tejidos a lo largo de los Andes, a manera de trueque o tributo, es anterior a la Conquista y la Colonia, incluso a los procesos de adaptación en sus materias primas (lana de oveja) y técnicas de manufactura. Los tejidos de los Andes sobrevivieron por su carácter simbólico, por su arraigo en el ser/hacer de los pueblos originarios, y ya en el siglo xix ese intercambio milenario fue transformado por las nuevas dinámicas económicas sin perder el carácter transfronterizo que integra a los pueblos andinos desde unos saberes ancestrales compartidos con sus propios lenguajes y sentidos.

A manera de cierre, quiero resaltar un aspecto menor en la propuesta de análisis de la historiadora, pero amplio en su contenido: la ruana como objeto de igualdad social. Cuando trata el tema de las ruanas de Pasto, Zarama refiere: “Al analizar las acuarelas de la Comisión Corográfica, Aída Martínez considera que la ruana fue la única prenda común que en el siglo xix tu-vieron los hombres de clase alta, los de sectores populares y los indígenas” (p. 113). Si bien el siglo xix se caracterizó por una mayor vigencia de esta prenda, su uso conllevó, tal como en la consolidación del Imperio inca, un significado simbólico, y por ello ese mismo objeto, elaborado por las mismas manos pero portado por individuos distintos, aunaba y a la vez separaba. El objeto-ruana adquiere un poder, no por sí mismo, sino según su portador; de este modo, la idea de un posible objeto que equipara socialmente se desdibuja. Es el desdoblamiento del objeto a través del lenguaje.

Por estas consideraciones, el libro de Rosa Isabel Zarama, reitero, es un libro necesario. La recuperación del carácter simbólico del tejido en la (re)deconstrucción identitaria de los grupos humanos dedicados a este arte/oficio es un elemento vertebral para entender la continuidad de la tejeduría en su contexto histórico. La historia-dora logró acudir a una forma narrativa que acerca e identifica a quienes, desde estas tierras del sur de Colombia, sabemos que los tejidos tienen voz. En ellos se cuenta quiénes somos, de dónde venimos, cuál es nuestra piel y, ahora, gracias a este interés investigativo, podemos corroborar cómo las tejedoras y los tejedores del siglo xixurdieron un legado que hoy deviene con fuerza y que necesita una visita al interior de estas páginas.

Por: Fernando Javier Palacios Valencia


Palacios Valencia, F. J. (2023). Del tejido como lenguaje. Boletín Cultural Y Bibliográfico57(104), 122–123. Recuperado a partir de https://publicaciones.banrepcultural.org/index.php/boletin_cultural/article/view/22063

Imagen: Banrepcultural / tejedora-pasto-manuel-maria-paz-comision-corografica

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